miércoles, octubre 23, 2013

De derechos humanos y etarras en libertad

Queda claro que la sentencia del tribunal de Estrasburgo sobre el caso de la etarra Inés del Río no ha sentado bien al mainstream español. Más aún cuando se trata de una asesina condenada por su crimen. Sin embargo hay algo que no se puede ignorar, un aspecto que a mi modo de ver las víctimas de terrorismo, si fueran menos obsesos con venganza y más asíduos a escuchar las voces que claman justicia, harían eco: los derechos humanos se aplican independientemente del caso o de los actos cometidos por las personas a que los tienen. No existe tal cosa como "suspensión" de derechos humanos, sobre todo a asesinos y violadores que, en el fondo, expresan su humanidad más que nunca con los actos de maldad objetiva. Al no suspender su humanidad, ya que sería un crimen mucho peor que el terrorismo cometido por los etarras, no se pueden violar sus derechos como tales.

Por supuesto, si España decidiera violar los derechos ciudadanos y humanos incluso de los peores de su sociedad, ETA tendría entonces la razón de que España no tiene legitimidad como Estado. Por suerte, España acató la decisión del Tribunal de Estrasburgo.

Inés del Río cometió asesinatos. Fué condenada en su época, y ahora ha cumplido la condena que a ella se le impuso de forma legal. De forma legal ha ido a los tribunales para reclamar que se aplique la ley que a ella le correspondía, garantizando sus derechos como nada menos que una ciudadana (que no decir súbdita) del Reino de España, ese mismo reino que irónicamente ella tanto luchó en contra. La existencia de una interpretación viciada de la ley por parte del Estado con sed de venganza, que no de justicia, llevó a más dolor que satisfacción a tanto víctimas de los crímenes, como los propios criminales que se convirtieron en mártires de una política judicial injusta e inaceptable. Pero veo en esto sólo un lado positivo: Spain is not different. No existe una jurisprudencia española aparte del resto del mundo, y por lo tanto los abusos administrativos, judiciales y políticos cometidos por el Reino de España ya se les obliga a dar cuentas a otros tribunales y otras administraciones que les controlan. El círculo vicioso de la endogamia administrativa y judicial, en la que las muestras de lealtad valen más que la propia justicia, queda definitivamente rota. Eso, sospecho yo, es la verdadera razón de la indignación del ministro de justicia, Alberto Ruíz Gallardón que en el fondo fue puenteado de forma espectacular.

Pero más alarmante para mi es que las "asociaciones de víctimas de terrorismo" están demostrando que más que justicia, claman venganza. La Asociación de Víctimas de Terrorismo del País Vasco se como la propia AVT comunicó su apoyo a que se tramite la liberación de Inés del Río de la "forma más lenta posible", abusando de nuevo del sistema judicial de una forma absolutamente intolerable propia de los propios terroristas que ellos quieren mantener en la cárcel. Ante esto siempre hice una pregunta pertinente, que creo que es fundamental: ¿Acaso la estadía en la cárcel de Inés del Río, como de otros etarras, revivieron a los pobres hombres y mujeres asesinados por manos de ETA? ¿Acaso los crímenes se van a deshacer, las bombas se van a desactivar, las balas volverán a sus revólveres?

No.

Precisamente por eso es estéril buscar venganza contra ETA, como cualquier entidad criminal. Es absurdo continuar la noción que 1) ETA sigue existiendo, o que volverá a cometer crímenes, y 2) que esto se solucionará si se mantienen a los etarras en la cárcel por más años. La búsqueda de venganza judicial es más peligroso que ETA, ya que afecta a toda la ciudadanía, y no a sólo a unos que están en el punto de mira de una mafia política.

De lo primero, es seguro decir que ETA ya no vuelve. No tanto porque el Estado Español "derrotó" a ETA, sino porque se dieron cuenta los propios Abertxales que tendrían más victorias políticas por vías electorales que por las armas (en es, claro está, contribuyó la lucha judicial y policial contra ETA). Eso queda claro con los rotundos éxitos electorales de partidos como Bildu, que superan con creces a los éxitos que tenían partidos como Batasuna en su día. La actitud vengativa de las víctimas del terrorismo no hacen justicia a la lucha de muchos de ellos que han sufrido el acaso de organizaciones y personas vinculadas al movimiento terrorista. Las víctimas deberían alegrarse que ya no habrán más víctimas de ETA, y que la propia Inés del Río tiene sus derechos garantizados, como a todos los demás, por ser nada menos que una ciudadana española más, y no la ciudadana de la Euskadi que ella mató para crear. De lo segundo, queda evidente que este día iba a llegar, y que la liberación de etarras iba a ocurrir. No existe pena capital en España, y sería un disparate aplicarlo.

Queda claro que los pro-ETA que siguen dando vueltas en el Pais Vasco han tenido una doble victoria. No hablo de la liberación de etarras que era inevitable. Lo digo por convertir a los criminales en víctimas, gracias a la arrogancia y miopía de unos gobiernos populistas que daban demasiada pleitesía a lobbies de víctimas, mezclando a sus opiniones con el concepto de "justicia". La segunda victoria es la propia actitud de la AVT y otras asociaciones de víctimas de terrorismo que han dado una consistente autodestrucción de su imágen, al proponer cosas demenciales como "romper con Estrasburgo" (que implica abandonar la Unión Europea) o desacatar un tribunal que falló a favor de los derechos humanos de una persona, derechos tajantemente inalienables.

Concluyo en decir que no soy víctima de terrorismo. No, al menos la de ETA. Sí viví en un país en que el terrorismo sigue siendo algo terrible, y que además sigue persistiendo con mayores consecuencias de lo que ETA jamás provocó. Entiendo el dolor de las víctimas de terrorismo, con toda sinceridad. Y precisamente por ello no puedo apoyarles, nunca. Ellos no pueden ser racionales ante lo que es un aspecto que afecta a todos, no solo a ellos. Los derechos ciudadanos de todos los españoles están por encima de sus pasiones personales, ya que uno conlleva el derecho a expresar lo otro. Con esto se evitó un mal mayor, y el que las asociaciones de víctimas de terrorismo sean incapaces de ver eso sólo me dice que, a lo mejor, tienen agendas detrás de sus discursos públicos.