martes, diciembre 17, 2013

BDS y la venta de sangre palestina

Los últimos días han sido notables en relación al desarrollo del movimiento de Boicott, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel. El pasado sábado, en su visita a Sudáfrica por el funeral de Nelson Mandela, el presidente de la OLP y de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, indicó que está en contra del boicott a Israel, y sólo apoya el boicott a productos producidos en territorios ocupados palestinos.

Esta afirmación pronto causó la furia de los que apoyan el BDS, ya que tácitamente indicaba que no existe legitimación de boicotear Israel en sí, ni pedir su desmantelamiento como país. Sí está a favor, por supuesto, de la retirada israelí de territorios ocupados, cosa que estaba en la mesa para la OLP e Israel durante décadas. Sin embargo, no me causó ninguna sorpresa que Izquierda Unida, en su actitud siempre contraria al devenir de la historia, da su apoyo sin tapujos de un movimiento que no sólo busca la liberación del pueblo palestino, sino (como afirmó el activista y académico pro-palestino Normal Finkelstein en febrero de 2012) también busca el aniquilamiento del Estado de Israel con afirmaciones contrarias a la legislación internacional y toda lógica política o social.

El BDS contra Israel ahora tuvo otra vuelta de tuerca cuando la American Studies Association, una organización vinculada al mundo académico norteamericano, aprobó una medida de boicott a instituciones académicas israelíes, basandose en los abusos contra los derechos humanos del pueblo palestino y la ocupación ilegal de sus territorios en Cisjordania y Gaza. La noticia causó mucho revuelo en los medios, al ser una primera vez en la historia de Estados Unidos que tal acción ocurre.

Con esto, la pregunta más relevante es la siguiente: ¿acaso el BDS contra Israel servirá de algo? O más bien, ¿permitirá acabar con el sufrimiento del pueblo palestino?

Naturalmente que no. Entre otras razones, porque el sufrimiento del pueblo palestino no tiene nada que ver con las instituciones y productos boicotteados, entre ellas el mundo académico que tiende a ser muy crítico con la ocupación de territorios palestinos y la colonización. De hecho, como es de esperar, lo único que lograría es debilitar la base social que impide la expansión más acelerada de las colonias, puesto que el gobierno israelí de Bibi Netanyahu verá a sus rivales debilitados más de lo que ya están.

Pero si ya lo pensamos, eso es precisamente lo que el movimiento BDS siempre ha querido. A los que apoyan el boicott a Israel, una resolución pacífica al conflicto sería un desastre. El negocio se tambalearía, o desaparecería, y los millones que reciben de charlas y donaciones en todo el mundo desaparecerían tan rápido como la causa que reclaman defender. Una causa imposible, puesto que llevaría a la ruína no sólo del Estado de Israel, sino también a los propios palestinos envueltos en un sin fin de conflictos civiles causados por las divisiones étnicas, reclamos de propiedad, y conflictos ideológicos sin resolver.

Para aquellos que no me creen, o prefieren pensar que estoy exagerando, les digo una cosa: cuando alguien vende un programa político, o un producto, es sospechoso cuando el vendedor rehúsa usarlo. Del mismo modo, considerad que Omar Barghouti, el fundador del movimiento BDS, el mismo movimiento publicitado por Izquierda Unida, adoptada por la American Studies Association, incluso apoyada por personalidades en todo el mundo, que compara esta lucha con la que era contra el Apartheid de Sudáfrica, sacó un máster en la Universidad de Tel-Aviv y está en camino de sacar un título de doctor en dicha universidad en la más israelí de las ciudades.

Esto no se trata de Barghouti ni de la conveniencia del BDS. Se trata de una realidad que Izquierda Unida no pudo entender. El movimiento BDS no es nada más que la mayor expresión de capitalismo en la historia de la humanidad, en su más corrupta y repulsiva expresión. No venden un producto innecesario, ni lo hacen en una fábrica china en condiciones infernales. Es algo mil veces peor: venden miseria humana, y sacan mucho beneficio económico en consecuencia. A cambio del apoyo, reciben fondos económicos de personas anónimas que los apoyan; reciben dinero en charlas e invitaciones; viven en países del primer mundo, nunca en los territorios donde la opresión es más patente.

Es, en efecto, el mayor exponente de la proletarización, en este caso de todo un pueblo para el beneficio de una burguesía cínica que les aprovecha en Europa y Estados Unidos. Como izquierdista, como demócrata, como amante de la libertad y los derechos humanos, no puedo apoyarles ni lo haré. Les haré frente esté donde esté. Y lo que es más importante: haré todo lo posible para que sus intenciones nunca salgan a la luz. No es por el bien del pueblo palestino o israelí, sino de toda la humanidad y la dignidad de nuestra especie.