lunes, agosto 05, 2013

Cuando cierre el CSIC, tampoco voy a llorar demasiado

A los lectores asíduos, sabrán que el Partiro Popular falló en ganar mi respeto. Sus medidas draconianas contra la educación, su populismo barato de tercera categoría, y sus evasivas ante la evidente corrupción que padecen dentro del seno de su propio gobierno (que nos afecta a todos) me hacen sentir algo hostil a esos personajillos. Pero si hay algo que nunca he sido con el PP, es injusto.

El CSIC está liderando una campaña para evitar el cierre de sus instituciones ante la falta de fondos, por la ausencia de inversión en investigación y desarrollo. Tal estrangulamiento no es novedoso, ha sido algo que no sólo lo han desarrollado el PP, pero el PSOE también, contra las indicaciones de todos los expertos habidos y por haber. Esto no es una novedad. La novedad es la publicidad que el CSIC está desarrollando estos últimos meses, incluyendo la de que el CSIC sean de repente víctimas de unos gobiernos injustos que no saben de las bondades de la ciencia española.

El problema es mucho más complejo, y yace en el seno de la académia española desde la transición democrática. Pues si fuera sólo un problema de fondos, sería realmente poco difícil encontrar inversores privados o de instituciones públicas europeas, o proyectos de colaboración internacionales, o un sin fín de programas que pueden mantener vivos, incluso si están maltrechos, tales instituciones. La debilidad del CSIC ante su dependencia casi narcótica a los fondos estatales señalan un modelo institucional obsoleto y colapsado, que en efecto no se puede mantener. En este sentido, le doy la razón al Partido Popular. Naturalmente que su medicina es más bien empeorar la situación, pero eso es otra discusión.

A inicios de 2010 un escándalo estalló cuando la revista Science obligó al CSIC retirar un artículo por falta de ética. Gracias a la reacción internacional, el resultado final fue la retirada de los artículos, a pesar de que el CSIC moviera, como es habitual en estos escándalos académicos en España, sus contactos a nivel local como internacional para intentar engañar a la comunidad científica que en realidad no es un error del CSIC.

Ante la evidencia irretractable, sin embargo, el jefe del comité de ética del CSIC, Pere Puigdomenech, como indica este artículo, dice lo siguente:

"solo pueden criticar la metodología científica del trabajo, les alegraría mucho que otros científicos de forma independiente pudieran validar las conclusiones de dicho trabajo. "

Lo cual es completamente insultante a cualquier científico honesto, muchos de los que no pueden permitirse usar las tecnologías e infraestructuras de alta calidad que tiene el CSIC. Naturalmente muchos, sin decir la mayoría del CSIC son gente trabajadora. Sin embargo esto señala la falta de ética que tiene el CSIC, pues intenta evitar la atención a un fallo de suma importancia: en ciencia, la metodología es todo, o si no al menos casi todo. Si no tienes una metodología clara para conocer el por qué de las cosas, ¿para qué la ciencia? El proceso de método científico es crucial, en especial cuando intentas justificar la razón por qué se recibe un resultado, y la capacidad de reproducción de los experimentos para percibir y registrar los resultados.

Con esto dicho, ¿cuántos más estudios publicados han fallado la ética profesional? Es más, este tipo de encubrimiento sólo demuestra el verdadero cometido de instituciones como el comité de ética del CSIC: proteger a los sátrapas que se han apoderado de las instituciones del CSIC, algo similar que ocurre en otras instituciones académicas españolas.

Todo esto sólo se puede mantener si existe una falta de regulación sincera, y además existe un mal gasto de dinero público en mantener a los falsos señores feudales que se apoderan de laboratorios y centros de estudios. La mediocridad que existe en tales centros basta para que se publique, en un telediario que otro, los "resultados" del CSIC u otras instituciones académicas españolas para el beneficio de los políticos que se ponen medallas de gloria en sus pechos.

La triste realidad es que el CSIC y las universidades españolas necesitan una limpieza total de sus instituciones, e imponer una regulación draconiana que incluya árbitros totalmente desvinculados a la institución original, eso es internacionales. Eso implicaría años de muchas dificultades, en especial porque tales cambios supondría que muchos de los académicos no puedan superar las expectativas exigidas en un nuevo modelo. Sin embargo es una imperiosa necesidad que estaba presente incluso previamente a la crisis económica. No perdamos la oportunidad que se nos brinda en realizar tales reformas.

Pero que quede claro: quitar inversión en ciencia y humanidades no es el camino. En este caso, son dos males están destruyendo el mundo académico español. Uno ya tiene tradición, el otro es un nuevo monstruo a erradicar.

El CSIC ha cavado su propia tumba, antes que el PP les disparara en la cabeza. Por eso no voy a desagarrarme las vestimentas, ni llorar demasiado cuando el CSIC, como está concebido hoy, colapse. Sí estaré triste, pero volveré a trabajar sobre mis proyectos, y seguiré adelante con lo que tengo, para que en el futuro, quizá algo más cercano, podremos reconstruir la ciencia española con la firmeza de la ética profesional y la seriedad institucional con una adecuada inversión pública.