domingo, octubre 31, 2010

El colaborador Franco

No sabía que esto estaba en el periódico este verano. Pero viendo algunas cosas sobre ese asunto, en esperanza de encontrar una película sobre los judíos en la Guerra Civil: "Madrid before Hanita", me he topado con este artículo.

Voy a citar algunas cosas que, a mi modo de ver, hacen de este artículo de El País sumamente interesante (además de lo que me parece un buen reportaje). Citando al documento, dice:

"Las personas objeto de la medida que le encomiendo han de ser principalmente aquellas de origen español designadas con el nombre de sefardíes, puesto que por su adaptación al ambiente y similitud con nuestro temperamento poseen mayores garantías de ocultar su origen y hasta pasar desapercibidas sin posibilidad alguna de coartar el alcance de fáciles manejos perturbadores".

Estamos aquí ante la evidencia conservada de un episodio de España que mucha gente ha intentado ocultar. Incluso dentro de la comunidad judía, temiendo una posible mancha en la alianza derechista con el ultranacionalismo israelí y los judíos que les apoyan. Eso es: Franco era un antisemita furibundo, que dirigía un sistema estatal volcado en destruír sus enemigos "judíos y francmasones", como él mismo decía.

Esto no era una fachada por parte de Franco. No era un antisemitismo "a la vieja usanza", benigna ante el fanatismo racista nazi. Era una colaboración y adaptación de los ideales antisemitas existentes al siglo XX, algo que los nazis también hicieron. Y tal era el sentimiento que en el artículo de Haaretz que recoge esa misma historia, se cita que el documento menciona a los judíos como "esa raza infame".

Sí, existían españoles que salvaron judíos del exterminio nazi. Sí, son verdaderos personajes heroicos. Pero actuaban contra la voluntad de su propio Estado, que era justamente la contraria. Al final, no aparecieron campos de exterminio en España no porque no querían, sino simplemente porque no podían.

miércoles, octubre 13, 2010

Se mantiene la esperanza

El jefe del movimiento obrero vinculado a la OLP, Yaser Abu Rabu, ha declarado que "reconocerán a Israel en cualquier forma que quieran, a cambio de las fronteras del '67". Eso es, admiten que reconocerán a Israel como Estado judío, algo que la OLP no hacía incluso en el reconocimiento de la existencia de Israel en los años 80 por parte de Yaser Arafat.

Eso significa algo de enorme transcendencia. Primero, que ahora la pelota está, como dice el mismo artículo del periódico Haaretz, en el bando israelí (o, al menos, eso pretenden las autoridades palestinas). Segundo porque significa que, de alguna u otra forma, las negociaciones de mantienen a pesar de la distorcionada visión superficial de periódicos como El País en España (demostrando, así, la poca creidibilidad de ese periódico a la hora de hacer análisis en su editorial). Finalmente, que la esperanza para la paz puede mantenerse, aunque nosotros no lo percibamos abiertamente.

Por otro lado, esto puede significar un conflicto dentro de la OLP, entre facciones más interesados en promover el proceso de paz a costa de sus líderes, y aquellos que aprovechan de la retórica populista anti-Israel para sus propios intereses políticos. Si tal es el caso, las próximas semanas serán muy interesantes. En particular si se considera que el gobierno de Israel tiene que responder a eso, incluso si entre las demandas palestinas incluye a Jerusalem Oriental.

-Alks.

martes, octubre 12, 2010

Para El País: yo no odio a Israel. Me avergüenzo.

Para todos aquellos que piensan que soy un miserable que no le importa del sufrimiento que están padeciendo los palestinos debido a la ocupación militar israelí de sus territorios, tengo unas palabras que decir: sí lo entiendo. Lo entiendo tanto que me avergüenzo de estar vinculado con un país que comete esas políticas. En particular su apoyo a la diáspora judía en Cisjordania, una comunidad conocida por sus tendencias psicóticas y voluntades genocidas que, por suerte, la mayoría de los israelíes todavía no han sido capaces de entender.

Pero existe una diferencia fundamental entre mi caso, que critico a Israel a partir de un profundo sentimiento de vergüenza y asco, y aquellos falsos que sólo profesan un odio a Israel. Un caso claro de eso es el del periódico El País, que sacó una editorial de curiosa neutralidad:

La AP (Autoridad Palestina) había interrumpido las negociaciones de paz, iniciadas a mediados del mes pasado, exigiendo que cesara la construcción de viviendas, con el argumento, muy razonable, de que una de las partes no podía seguir devorando el territorio objeto de disputa, en el que el Gobierno palestino pretende aposentar un día su Estado soberano.

Pero esperad, se pone mejor:

El reconocimiento de Israel como Estado judío cerraría la puerta a la futura admisión de pocos o muchos de los cuatro millones de refugiados, descendientes de los 900.000 que fueron directa o indirectamente expulsados de Palestina en el curso de dos guerras, las de 1948 y 1967; abriría también la puerta a la deportación del millón y pico de palestinos que hoy son ciudadanos de Israel.

Si creyeron que el absurdo no podía llegar a peor, tenemos el postre:

Y también es una medida discriminatoria, porque equivale a que un Estado exija, por ejemplo, como requisito para acceder a la nacionalidad, una profesión de fe católica o de cualquier otra religión. Argentina, sin llegar tan lejos, exigió hasta las modificaciones constitucionales de 1991 ser católico para llegar a la presidencia.

Señoras y señores, les presentamos la ignorancia en su mejor esplendor. Desde que Bush abandonó la presidencia de Estados Unidos, no encontraba ese tipo de demostración de flagrante ignorancia. Es, con toda sinceridad, una plaga cuando se trata el conflicto árabe-israelí. Y lo peor es que se enorgullecen en demostrar una capacidad de simplificación de un conflicto de suma complejidad, una complejidad que obligaría a cualquiera años de reflexión antes de emitir una opinión razonable.

Pues bien, yo también leo otros medios de comunicación, y me gusta contrarrestar lo que se dice aquí con la versión hebrea del periódico de tendencia izquierdista Haaretz. Ambos, que tienen el mismo nombre, sin embargo presentan dos versiones diferentes de este caso que, en efecto, también me causa un sentimiento de vergüenza:

1) Un juramento de lealtad a aquellos que quieren ser ciudadanos de Israel (eso es, los 1.5 millones de árabes que ya son ciudadanos no lo necesitan) al Estado "judío y democrático". Es clave la palabra "democrático", que posiblemente fuera por presiones internas de sectores moderados del gobierno israelí ante la propuesta original (Haaretz, 10 de octubre de 2010).

2) Un juramento "al Estado judío", obligatoria para todo el mundo que quiere ser ciudadano israelí (El País, 12 de octubre de 2010).

¿Os dais cuenta de la diferencia de versiones? Pero si bien esto demuestra la tendencia demostrada del periódico El País de distorsionar noticias vinculadas con eventos vinculados con este conflicto, se agrega la puntilla de ignorancia, equiparando el judaísmo del Estado de Israel con una exclusividad católica de instituciones estatales en España o en Argentina hace décadas, sin considerar las diferencias fundamentales entre "religión judía" y la "identidad judía", conflicto de suma importancia en el seno de la ideología sionista y de la propia sociedad israelí.

No es sorprendente que Israel sea el país más ateo de Próximo Oriente, y de los más seculares y ateos del mundo (entre el 15-37% de la población son ateos/agnósticos, y un 50% de abiertamente "seculares" o hilonim). Al mismo tiempo, sólo hay un 20% de ultraortodoxos en Israel, y se agregan unos 16% de musulmanes. Un Estado cuyo requisito es la adhesión a la religión judía, como lo fue el requisito a la adhesión a la religión católica, es inviable con el proyecto sionista de por sí. Lo que el editor de El País hizo, entonces, es demostrar su suma ignorancia y estupidez, quizá con toda la voluntad de desinformar, para dar a sus lectores un onanismo literario.

Esto, sin embargo, no me hace apoyar la imbécil medida que los reaccionarios del gobierno Netanyahu han decidido imponer en Israel. Sí, Israel es el Estado judío y democrático. Precisamente por eso no es necesario un juramento por parte de los futuros ciudadanos a esas características evidentes del país. Esta es otra imposición que pretende establecer a Israel como "otro Estado más", imponiendo a los judíos una necesidad de reconocerse a través de Israel, so pena de perder su "pertenencia" al pueblo judío. Esto, queridos lectores, es un antisemitismo por parte de los propios judíos que gobiernan Israel.
Y lo peor es ¿qué precisamente implica ese "juramento"? Quizás implica que uno no puede criticar la legislación del Estado, ni sus principios, mientras que personas de la derecha reaccionaria de Israel impone su voluntad política. Y no nos engañemos: cada vez que se reafirma el carácter "democrático" de un Estado, de alguna forma se quita ese carácter. Por ejemplo, el caso de Argelia, Corea del Norte y la República Democrática de Alemania.

Finalmente me queda dar unas palabras sobre la implicación del asunto en las negociaciones para la creación del Estado de Palestina. La indignación de la editorial es, de nuevo, una demostración de ignorancia voluntaria de los periodistas de ese periódico. Decir que es razonable que los palestinos descendientes de las expulsiones de 1948 tienen derecho a volver a sus territorios, como si nada ocurrió, es tan absurdo como las pretensiones de los colonos a establecerse en Jerusalém Oriental y Cisjordania. Es olvidarse de que las autoridades árabes expulsaron más de un millón de judíos en los años 40, tras brutales pogromos instados por los Estados (el caso del Farhud iraquí de 1941, por ejemplo), y que éstos no reconocen bajo ninguna condición. No existe propuestas árabes de reparaciones (algo que Israel presentó a los palestinos en 2000), no existen propuestas de devolución de propiedades expropiadas, etc. Eso, por si no lo saben, incluye incluso casos de barrios judíos en Jerusalém Oriental abandonados en 1948, o el famoso caso de Hebrón tras los brutales pogromos de los años 30. Y sin embargo todo lo anterior, con mucha injusticia admitida, no les da derecho a los colonos judíos a "reestablecerse" donde habían judíos antes.

Las negociaciones pretenden crear dos estados para dos pueblos, no dos estados para un pueblo. Ni Israel ni la Autoridad Palestina tienen la voluntad política (al menos expresamente) de aceptar ese principio, puesto que la AP no quiere reconocer el Estado judío, e Israel reconoce un Estado Árabe después de muchos e inaceptables "peros".

Y eso por eso que siento vergüenza por Israel, no odio. Vergüenza por la ineptitud de una sociedad incapaz de retomar la búsqueda de un futuro digno y en paz. Una sociedad incapaz de expulsar a los políticos ineptos, judíos, árabes, de derecha y de izquierda, que ocupan demasiados puestos en la Knesset. Una sociedad que se resigna a aceptar un conflicto de forma indeterminada, viviendo en burbujas de sus propias facciones políticas, religiosas y económicas. Eso me diferencia del periódico El País que, en sus irracionales expresiones de irremediable ignorancia, odian a Israel tanto que no quieren conocer la región.

Es la ignorancia voluntaria el peor tipo de idealismo reaccionario.