miércoles, septiembre 09, 2015

La verdadera cara de BDS

Es extraño ver un verano tan cargado de eventos que se pueden asociar al antisemitismo en España, en tan sólo 3 meses. Primero fue el Zapata-gate, en que tuits de "humor negro" del ex-consejal Guillermo Zapata de Ahora Madrid hacían mofa y ofendían a millones de muertos en el holocausto. Aunque pidió perdón y prontamente, quedó la sensación que gran parte de los apoyos de Ahora Madrid daban poca relevancia al hecho que un consejal, un político que representa la cultura de Madrid, tuviera la idea de que es correcto y parte de la cultura defender a un señor que creía motivo de burla el asesinato en masa de una civilización entera en Europa durante la segunda guerra mundial.
Pero ahora estalló el escándalo vinculado a Matisyahu, que tuvo mayor repercusión internacional. No voy a entrar mucho en qué ocurrió, ni cuando, pues eso ya lo habréis escuchado y leido en la prensa. Si no, les recomiendo leer los artículos de El País y, en inglés, leer los artículos de Harry's Place que recogen bien lo sucedido.

Más que nada quiero ahora girar mi atención a algo que define en mi opinión el problema que hizo surgir ambos incidentes. Pues en ambos incidentes se ven personas bienintencionadas que francamente, con toda sinceridad, no creen que están cometiendo algo que se pueda constituir como antisemitismo - eso es, la persecución y discriminación de los judíos por el mero hecho de serlo, ya sea por su religión, etnia o asociación familiar.

La razón por qué lo digo son las declaraciones de algunos dirigentes de la izquierda española que me han despertado un sentimiento de vergüenza ajena. Empezando por Podemos, en que su portavoz Rafael Mayoral declara que aunque "respeta" que al cantante Matisyahu se le incluyera de nuevo como cantante en el festival Rototom, indica que "entienden" más la justificación de señalarle como un "impedimento" a la paz por "no reconocer la existencia de Palestina" - cosa, por cierto, que nunca dijo, pues en el artículo que aluden señala que no existía Palestina hasta que Israel la creó (como en efecto pasó, con los acuerdos de Oslo de 1994). La inexistencia de una Palestina no supone, además, la inexistencia de un pueblo palestino, ni el hecho de que no exista un conflicto político en torno a su derecho a la autodeterminación. La paz en Oriente Próximo, y eso se pierde en el mensaje de Podemos, se logra sólo con la firma de paz y reconocimiento de Israel por parte de la Liga Árabe, no sólo de los palestinos.

Seguimos por IU, donde se señala por parte de Marina Albiol que el veto a Matisyahu a acudir al festival "no es una discriminación", sino responde a motivos políticos de las posturas (objetivamente ambiguas) de Matisyahu.

Finalmente seguimos al PSOE, que señaló que rechazan la idea que esto fuera un evento discriminatorio en lo referente al antisemitismo, y se centran en rechazar el veto por discriminación por principios de opinión. Una postura de medias tintas típicas de la "socialdemocracia" occidental.

Sin embargo no toda la izquierda es unida en bloque en ese sentido. Compromís, del que su portavoz en Castellón, Ignasi Garcia, apoyó el veto al cantante judío americano a acudir al Rototom - Sunsplash Festival, tuvo una declaración furibunda de su líder, Mónica Oltra (consejera de Igualdad en la Generalitad Valenciana) como el consejero de Compromís de Cultura, Albert Girona, lo denunciara también como inaceptable. El hecho es que las acciones del BDS País Valenciá, una vez fracasada su iniciativa de boicot artístico a un cantante judío, llevó a una crisis interna en Compromís que pronto se solucionó a favor del silencio sobre el asunto, y su conveniente olvido.

Mientras tanto, si bien algunas voces y dirigentes políticos de la izquierda española se posicionaron en contra de cualquier veto de esta naturaleza, ideólogos asociados a periódicos de izquierda como eldiario.es señalan que no es verdad que el boicot sea antisemita, pues Matisyahu no es un artista "políticamente neutro". El argumento es, por tanto, que la ideología propia de Matisyahu, así como sus actuaciones en conciertos vinculados al AIPAC o al ejército israelí, son justificaciones para que le veten del todo de un festival de música que no participan.


El antisemitismo invisible

El mayor problema de esta polémica radica esencialmente en el hecho que la argumentación en contra de que el veto al cantante Matisyahu sea por judío viene, en exclusiva, de la izquierda española. Repito: sólo de la izquierda española. No hay apenas agrupación internacional alguna de izquierda que apoyan este tipo de medidas, excepto en España.

La razón debería haber sido evidente, pero creo necesario señalarlo con claridad: el proceso de vetar a Matisyahu, incluso más que el propio veto, es antisemita.  Es así porque señalan al único cantante judío a firmar un documento especial que indique que "es de fiar ideológicamente". Una especie de acoso inquisitorial, una confesión forzada como condición de poder cantar en el festival Rototom. Es esa la razón por qué Matisyahu no respondió a ese chantaje - porque es un chantaje antisemita.

Ese hecho escapa a las mentes de aquellos pensadores "de izquierda", políticos como blogueros, que no se dan cuenta que a Matisyahu le han marcado y señalado por el mero hecho de ser judío, y que las exigencias hechas por el festival, como las imposiciones ideológicas del BDS a ese cantante, de por sí constituyen una discriminación intolerable. No es algo muy difícil de comprender. No se han visto propuestas de boycott a Ziggy Marley o a Alpha Blondy, que ambos participaron en el mismo festival del año pasado, y que han compuesto canciones con fuertísimas connotaciones sionistas. Será que al no ser judíos les daba igual. Cosa muy apropiada en cuanto a movimientos que pretenden buscar los derechos humanos de los palestinos, pero hacen la vista gorda en cuanto a los abusos de derechos de palestinos fuera del alcance de la "entidad sionista", cosa que los mismos sirios se percataron con mucha amargura.

¿Cómo pasó esto? Evidentemente el matiz de "anti-sionismo" es una conveniente excusa para impulsar estas campañas antisemitas. Pero no basta. España es un país con serios problemas de discriminación antisemita y antizigana, dada la herencia fascista que todavía influencia las políticas oficiales del país tras la transición. El pro-arabismo tanto como el antisemitismo de los círculos políticos españoles son, curiosamente, herencia clara del franquismo, con todo lo que representa. Más de eso podemos ver con el antisemitismo y el filo-fascismo presente en la derecha española moderna.

La ceguera selectiva en cuanto al antisemitismo es la señal del fracaso de los movimientos emancipadores españoles. La razón ya se vio con el caso de Podemos y su inclusión exclusiva del Estado de Israel como ejemplo de violación de Derechos Humanos en el programa de sus elecciones europeas, cosa ridícula considerando que justo al lado estan ocurriendo cosas infinitamente peores que las peores pesadillas de los gazatíes. La ausencia de principios en aquellos movimientos, de orgullo en sus procesos emancipadores, y de paciencia para sus líderes en construir un movimiento ciudadano que logre sacar al pueblo de las garras de la ignorancia, herencia del dictador Franco, derivan en esta falta de sensibilidad y, sobre todo, a esta bajeza ideológica.

No creo que será la última vez que ocurran este tipo de eventos. Ya habríamos pasado un verano largo con varios incidentes antisemitas en España, particularmente el "Zapatagate" en el que, de nuevo, se veía esa absoluta insensibilidad sobre el tema del antisemitismo y su arraigo en los más altas esferas del poder en España.


El antisemitismo del antisionismo del BDS

Pero dejando la izquierda de lado, nos percatamos que el BDS ha demostrado definitivamente sus caras. Su fracaso absoluto en promocionar los derechos de los palestinos en ninguna esfera sólo se compara con el ambiente venenoso y conflictivo que generan en todo sitio donde deciden aterrizar. La izquierda española, con lo descrito arriba, es una fácil víctima de sus manipulaciones.

No todo anti-sionismo es legítimo, aunque sí la hay. La historia no se puede retrotraer, ni podemos volver a 1948. La idea, propuesta por el BDS, de comparar el Estado de Israel con Apartheid ha dejado en ridículo ya a la mismísima ANC sudafricana, y sus líderes como Desmond Tutu. No hay apartheid en Israel, ni lo hubo nunca. 

Esto no niega los abusos de poder que se está cometiendo en los territorios ocupados por Israel por parte del ejército, así como la administración civil israelí en esos territorios. Ciertamente los ejemplos abundan, como demuestran las incontables asociaciones y ONGs, israelíes y no-israelíes, que operan con libertad en Israel para denunciar esas acciones.

Entre paréntesis, en la Sudáfrica bajo apartheid no había libertad de prensa. Para nadie.

El anti-sionismo propuesto por el BDS tiene el objetivo de acabar con la existencia de Israel (con sus "tres objetivos) como Estado Judío. Buscan presentarlo como si fuera una exigencia pacífica, la exigencia que descendientes de refugiados palestinos de 1948 y 1967 puedan "volver" (aunque nunca han estado ahí) a territorios israelíes y, de esta forma, acabar con la mayoría judía de ese país. Pretenden de que representan la "voluntad del pueblo palestino", con organizaciones aleatorias que representan una insignificante minoría, y ciertamente no se asocian a la mayoría de la calle palestina, como bien señala el activista anti-israelí Norman Finkelstein. Pero lo más fascinante es que irónicamente están utilizando básicamente argumentos similares al mismísimo sionismo judío:

1) Un pueblo se considera autóctono a un territorio y, por lo tanto, exige soberanía política en aquel territorio.

2) Procede en demandar la inmigración masiva de su pueblo a ese territorio, incluso después de generaciones sin conexión alguna con esas tierras.

Pero existe unas importantes diferencias. Primero, el sionismo judío nunca estableció la idea de una exclusividad de la presencia judía en Palestina. Ciertamente, se consideró la idea de establecer un "hogar nacional judío" con una clara presencia árabe local, que eran los habitantes de ese territorio durante siglos. Si se busca el argumento histórico, los judíos siempre tendrán mayor antigüedad que los árabes, especialmente considerando que los árabes no se llamaban "palestinos" hasta básicamente los años 70, cuando se hizo políticamente conveniente por la OLP. 

Sin embargo, nadie que puede considerarse una persona racional puede usar el argumento exclusivamente histórico para justificar la llegada de una población a un territorio. Existen argumentos jurídicos, a la vez que prácticos, que justifican la existencia de Israel como estado judío por encima de la justificación de una "vuelta" de los descendientes de refugiados palestinos, nacidos en territorios ajenos al antiguo mandato británico de Palestina. Entre ellas el hecho que, sea cual sea el futuro estado palestino, será un país dictatorial, sin libertad de prensa, ni de movimiento, con un carácter nacionalista y con ansias de ser "limpia de judíos", eso es "étnicamente puro". Pretensiones que el movimiento sionista judío nunca asumió en toda su historia. En consecuencia, el yishuv judío durante el mantado británico ya tenía elecciones libres para su autogobierno, instituciones gubernamentales como correos o grupos armados, partidos políticos, prensa libre y vibrante, libertad de expresión, organización militar, sindicatos, etc. Los palestinos sólo lograron crear una red clientelar de corrupción y nepotismo, tanto en Cisjordania y Gaza, con un marcado carácter represivo.

Jurídicamente, por su parte, Israel no tiene la obligación de abrir sus fronteras a nadie, siendo un país soberano formado por un pueblo nativo local. Tienen el derecho a elegir libremente quién inmigra y quién no. Eso es un principio fundamental en el derecho de los estados, explicando así por qué países como Estados Unidos tienen derecho a establecer derechos a visa de un tipo a una serie de países, y no a otros. A esto se agrega el hecho que los pueblos migran y se mueven. Es parte de la historia, y se debe construir un futuro con la realidad.

Lo que quiero decir es que el antisionismo establecido por el BDS es, en esencia, antisemita. La razón es porque establece el mismo derecho a un "sionismo" caricaturizado para los palestinos, pero les niega ese mismo derecho a los judíos. Eso es, el derecho a la autodeterminación es garantizada por el BDS al pueblo palestino, pero cuestionan ese mismo derecho humano a los judíos en los mismos reclamos.

¿Cómo se puede justificar tal cosa? Simple: para el BDS, y los movimientos pro-palestinos asociados a grupos como IU y Podemos en España, el pueblo judío no es un pueblo. Es tan sólo una religión. En consecuencia, no tienen derecho a la autodeterminación.

Quiero que asuman, queridos lectores, la osadía y la arrogancia de esta argumentación. La noción de que un grupo decide, fuera del seno del pueblo judío en su gran mayoría, definir un pueblo desde la imposición extranjera. Luego reclaman ser anti-imperialistas, cuando hacen la acción más imperialista posible. Y para más colmo: no tiene sentido. Los armenios y los irlandeses son dos pueblos definidos claramente con una religión propia, frente a la identidad de otros pueblos vecinos. Los alawíes, los drusos, los ronhingya, los paquistaníes y bangladeshíes son todos pueblos y étnias que, entre otras cosas, se definen por pertenecer a la religión del Islam, aunque cada uno tendría sus propias características específicas en ese sentido.

Nadie les niega a esos grupos el derecho a constituirse como pueblo de forma libre y soberana, exigiendo así un derecho a la autodeterminación garantizada por la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Sólo a los judíos se les impone esa identidad, negándoles el derecho de lo que define la raison d'etre del sionismo con el judaísmo: el derecho a autoemanciparse, y no depender de la "buena voluntad" de otros pueblos que les oprimieron.

Es ahí donde se encuentra el núcleo del antisemitismo del BDS y de esa versión de antisionismo que exponen. No es una discusión dentro de la identidad judía, es una imposición de una identidad para justificar sus prejuicios. Los apoyos del BDS, como Ali Abunimah, señalaron ya en el pasado que es "conveniente intercambiar la palabra 'judío' por 'sionista'" (parafraseando lo que dice), algo admitido por el auto-declarado antisemita "ex-judío" Gilad Atzmon, en un post de facebook.


La cara violenta del BDS

Visto lo de arriba, nos percatamos entonces qué es el fundamento ideológico del BDS. Pero queda otra cosa que cabe señalar. El BDS nunca tuvo un carácter pacífico, y en ocasiones sus defensores terminan mostrando sus verdaderas caras una vez tienen la fuerza suficiente para hacerlo. Lo vismos en el concierto de Matisyahu, con su violencia verbal, con sus amenazas, que obligaron al cantante a ir al escenario con guardaespaldas, algo que jamás tuvo que hacer en ningún otro sitio. La voluntad de irrumpir e impedir la libertad de expresión, como si fueran camisas negras, no es algo novedoso en el BDS. Novedoso es cuando, una vez con fuerza en ciertos sectores del mundo (y con apoyo político), empiezan a mostrar sus armas en marchas militares mientras llaman a la destrucción del Estado de Israel.


Sudáfrica, donde el apartheid dejó más secuelas que en ningún otro país africano, es donde el BDS tiene curiosamente mejor cabida. Los políticos sudafricanos, con sus ansias de mantener el poder a través de un populismo barato con sus toques anti-occidentales, no dudan en usar la retórica anti-israelí del BDS para levantar la unidad que generó la lucha contra el racismo institucional que ese país experimentó en el siglo XX. El gangsterismo político de la ANC en relación con este tema está llegando a niveles alarmantes, en el que la libertad de expresión queda aniquilada a favor de los griteríos histéricos del BDS con apoyo institucional. Así fue que estudiantes sudafricanos fueron perseguidos por atreverse a viajar a Israel y revisar, con sus propios ojos, si es verdad lo que dicen de ese país. Los sindicatos estudiantiles, apoyados por el gobierno sudafricano, decidieron denunciarlos en la prensa y acusarles de traidores.

Y como si boicotear a Matisyahu no basta, ahora se ofenden con alguien que suena tan inofensivo como el cantante Pharrell Williams, conocido por su canción sionista y anti-palestina como "Happy". Es en estos momentos cuando uno debe darse cuenta que al BDS simplemente no les gustan personas que quieren disfrutar de la vida sin tener que pensar en sus obsesiones.

De esta forma logran arruinar la herencia de un movimiento emancipador como la ANC a favor de los intereses funestos del BDS.

Ese es el legado del BDS. Un legado que deja odio y violencia estén donde estén. División y prejuicio, racismo y antisemitismo. Así, recuerdo lo que dije hace más de un año cuando denuncié el antisemitismo en el programa "anti-sionista" de Podemos para las elecciones europeas de mayo de 2014.

Cuando hay antisemitismo en un programa político, incluso si parece ser insignificante, infecta todo e impide que se logre la emancipación que proclama, pues reduce la lucha por la mejora de la sociedad a una lucha conspiranoica y xenófoba. El antisemitismo es ideología pura, eso es, la derivación absoluta de la izquierda a la reacción y al fascismo. A día de hoy, como en caso de Rusia, se debe añadir el homofobia y el antiziganismo en esa categoría: el odio al "otro entre nosotros". El BDS es un movimiento canceroso que amenaza todo movimiento emancipador, esté donde esté. La izquierda española tiene la obligación de expulsarlos de entre sus filas.

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