Cada persona tiene la capacidad de elegir entre el bien y el mal, según los criterios que le parece. Parece ser que la diversidad es un problema para la humanidad, que mientras que dos personas discrepan en sus valores morales, el mal existirá, considerando que tal discrepancia se basa en el hecho de que el bien de uno es el mal del otro.
Sin embargo, esta conclusión es una ilusión. Las personas pueden compartir el mismo valor moral sobre cierto aspecto, pero actuar de distinta forma. Considerando que al tener el mismo valor moral, tendrían una conciencia similar en ese aspecto concreto, entonces se concluye que una persona hace el bien, y el otro abiertamente el mal. Ese mal es el que hará daño al prójimo inevitablemente. Y ese mal, queridos lectores, existe.
Es esa la razón que lo que más odio no es el egoísmo o la violencia, sino la hipocrecía y la doble cara. El creer una cosa en el fondo del corazón de uno, y actuar de otra forma pese a ello, sin ni una razón. El decir y proclamar valores de un lado, y traicionarlas en otro. El tener una doble cara, una que te puede sonreír, que puede hacer ganarte la confianza, y otra que hace nada menos que lo opuesto, siempre escondido, en la sombra tan oscura como el alma de esa persona.
No puedo negar que yo mismo he tenido una situación similar, y durante muchos años de mi vida. Muchas veces me arrepiento, pero al menos entiendo que en gran medida, las partes ocultas de mi persona son parte íntegra de mi. No importa lo que demuestre fuera, ya que esas partes son tan inevitables como mi propia existencia.
Es una pena que la honestidad esté tan limitada en este mundo.
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